Un gran milagro y evento espiritual está transformando las cárceles argentinas: las conversiones de presos a la fe cristiana aumentan y se hacen cada vez más comunes en el país. Criminales, ladrones y asesinos se han rendido a Cristo y han experimentado un cambio de vida contundente
Este es el caso de Jorge Anguilante, del penal de Pinero, en Rosario, la ciudad más violenta de Argentina. El hombre corpulento de 1.80 m, que era sicario, aprendió sobre el Evangelio en la cárcel y ahora es pastor y ayuda a otros convictos a conocer a Jesús. La provincia argentina de Santa Fe y su capital, Rosario, están llenas de historias como la de Jorge.
Muchas personas en la región comenzaron a vender drogas en la adolescencia y entraron en el mundo de las pandillas y quedaron atrapadas en un ciclo de violencia.
La vida en el crimen llevó a algunos a la tumba y a otros a cárceles abarrotadas. “El 80% de los delitos en Rosario son cometidos por jóvenes pistoleros que prestan servicios a bandas de narcotraficantes, cuyos jefes están en prisión y mantienen el control de negocios criminales en las cárceles”, dijo Matías Edery, vocero de la Unidad de Crimen Organizado de la Provincia de Santa Fe.
Durante los últimos 20 años, las autoridades penitenciarias argentinas han permitido la creación de bloques evangélicos en las cárceles, donde los presos que se han convertido en cristianos los manejan, junto con agentes evangélicos externos.
En la cárcel de Rosario, al bloque evangélico se le conoce como “la iglesia”. Las unidades cristianas son similares a los otros bloques, cuentan con cocina, televisores y equipo de sonido, que se utilizan para servicios. Pero son más seguros y silenciosos.
“Llevamos la paz a las cárceles. Nunca ha habido un tumulto dentro de los bloques evangélicos. Y eso bueno para las autoridades”, explicó David Sensini
pastor que realiza la labor evangelizadora en el penal de Rosario. En los bloques evangélicos existen reglas contra las peleas, fumar, consumir alcohol o drogas.
Los presos que infringen las reglas son devueltos a la prisión normal. Cerca del 40% de los 6,900 reclusos de Santa Fe viven en celdas evangélicas, según Walter Gálvez, subsecretario de asuntos penitenciarios de la provincia.